viernes, 28 de febrero de 2014

LA HISTORIA DE LA LOCURA

Cuentan que una vez se encontraron todos los sentimientos.
Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, vino la locura y propuso jugar a las escondidas.
La intriga levantó la ceja y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó ¿escondidas?
El entusiasmo danzó seguido por la euforia.
La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda y la apatía que nunca se interesaban por nada.

Uno, dos, tres comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza que como siempre, cayó detrás de la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y, la envidia se escondió detrás de la sombra del triunfo que, por propio esfuerzo había conseguido llegar a la copa más alta del árbol.
La generosidad casi no logra esconderse porque cada lugar que encontraba le parecía bueno para algunos de sus amigos.  Si era un lago cristalino, ideal para la belleza; si era la copa del árbol  perfecta para la timidez; si era una ráfaga de viento, magnífica para la libertad.
Así es que terminó escondiéndose en un rayo de sol.  El egoísmo en un lugar bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero, solo para él.  
La mentira se escondió detrás del arco iris y, la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

Cuando la locura terminaba de contar, el amor todavía no había encontrado un lugar para esconderse, pues todos estaban ocupados, hasta que encontró un rosal y cariñosamente decidió esconderse entre sus flores y la locura comenzó la búsqueda.
La primera en aparecer fue la pereza apenas a 3 pasos de una piedra.  Sintió vibrar a la pasión y al deseo en los volcanes.  En un descuido encontró a la envidia y claro pudo deducir donde estaba el triunfo.  Al egoísmo no tuvo que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite que en verdad era un nido de avispas.

De tanto caminar la locura sintió sed y, al aproximarse al lago descubrió a la belleza.  La duda fue más fácil de encontrar, estaba sentada sobre un cerro sin decidir donde esconderse.  Y así, iba encontrando a todos.
Al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una cueva oscura, pero el amor no aparecía por ningún lado.
La locura lo buscó detrás de cada árbol, detrás de cada roca y encima de las montañas y nada.

Cuando ya estaba a punto de darse por vencida, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas con energía. Entonces escuchó un grito doloroso.  Había herido al amor en los ojos con las espinas del rosal.
La locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró, pidió perdón y prometió ser su guía par siempre.

Es por eso que desde entonces, el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña. 

Las Alasitas y el Ekeko

jueves, 20 de febrero de 2014

La misteriosa gota de agua (Cuento infantil)

Los dos monteadores y la sayona

Cuento de Venezuela


Dos monteadores salieron una tarde del pueblo para adentrarse en la montaña. Llevaban comida para varios días. Caminaron toda esa tarde y cuando cayo la noche hicieron fuego y guindaron sus chinchorros en dos árboles en el monte tupido.

Y ahí, mientras se calentaba la comida, uno se puso a recordar a su novia: lo linda que era, qué negros tenía los ojos y la voz suavecita, como la piel de su cara y de su cuello...

-No hable de mujeres compadre, compadre. ¿No ve que estamos en un centro de montaña?

-¿Y eso?

-Es que no debe hablarse de mujeres en un centro de montaña.

-No estaba hablando de mujeres, estaba recordando a mi novia.

-lo mismo da, igual se nos puede aparecer la sayona.

Nada mas nombrarla sintieron un silbido del lado de la quebrada. Y unas pisadas. El fuego comenzó a chisporrotear como si le hubiera caído aceite, y los dos monteadores quedaron sin habla sintiendo aquella oscuridad, escuchando ese silbido y mirando sin ver hasta que una luz se vino hacia ellos, como flotando, y ya cerca esa luz era una muchacha linda de ojos brillantes que venía sonriendo y caminando así, con una gracia.

-Buenas noches.

Y sin esperar a que le respondieran se sentó al lado de ellos siempre sonriendo. Comenzó a tomar trozos de cazabe con unos dedos largos y blancos y en cuanto se los echaba a la boca los escupía al suelo.

-La sayona -dijo uno de los monteadores con un hilito de voz y ella lo escuchó, claro, pero no dijo nada.

Pero el otro, el de la novia, la miraba embobado. Se parecía a su novia, los ojos tan lindas y esa sonrisa... Y cuando ya fue hora de irse a dormir le dio espacio en su chinchorro, que era de los grandes, mientras su compadre apagaba la lampara y se acostaba en el otro, así, guindado más bajo.

Y entonces todo estuvo oscuro, porque no hubo luna y sólo se escuchaban los ruidos de la montaña. Y el compadre no supo si se durmió. Lo que si fue cierto es que tarde en la noche sintió unas gotas que caían al suelo. Una tras otra, parejitas. "tac, tac, tac", como el final de una lluvia en las hojas, pero más pesadas. Sacó la mano. Una gota cayo, caliente, espesa y pegajosa. Temblando, encendió la lampara y se asomó al chinchorro que estaba guindado alto. Ahí estaba su compadre, ido en sangre, desgonzado y con los ojos blancos viendo al cielo. Pero apenas pudo verlo, porque del mismo chinchorro salió la mano huesuda y el rostro de una calavera con unos ojos que eran una llama de candela. Y la sayona se le vino encima.

Botó la lámpara y corrió. Se vino por esas montañas, en lo oscuro, con la sayona brincando atrás, silbando su silbido de muerte y echando candela por los ojos. Y cuando ya parecía que lo iba a agarrar, cuando ya sentía un aliento caliente en el pescuezo, vio un caño de agua. Y ahí se tiró, en medio del arenal, con los brazos abiertos en cruz.

La sayona se quedo parada silbando y resoplando.

-Vente, vente, vente -silbaba la sayona.

Y el hombre volteó la mirada y tartamudeo un rezo.

-Vente, vente, vente -repetía la sayona con su voz hueca de calavera.

Y esa voz horripilante lo halaba. El rezo se le secó en los labios y aunque estaba en cruz, pareció que la sayona iba a brincarle encima, pero entonces, justo en ese momento. cantaron los gallos.

Y la sayona se volvió como de agua, primero y después de aire y su silbido se apagó y ya no estaba más.



Fin

miércoles, 5 de febrero de 2014