sábado, 24 de agosto de 2013

Vuelve a contarme ese cuento...



Hace muchos años mis padres tuvieron que viajar para encontrar mejores medios económicos y poder salir adelante,  darme una buena educación,  porque en mi país las condiciones no estaban del todo bien, así que me dejaron en manos de mis abuelitos, que ya tenían una edad avanzada.
Ellos pacientemente suplieron la falta de mis progenitores con mucho cariño y dedicación,  yo tenía en esa época 10 años, iba al colegio y hacía las propias travesuras de un niño de esa edad.
Con todos sus años encima mi abuelito, me despertaba muy temprano para poder asearme y salir a tiempo a estudiar, él me acompañaba a tomar el bus y me dejaba en la esquina del colegio, de allí me veía entrar, nunca me hizo pasar vergüenza llevándome hasta la puerta...
Mi abuelita era muy dulce, me daba un rico desayuno y me ponía lo que me gustaba en la lonchera.
Ya en el colegio entre mis compañeros de clase y los profesores me hacían olvidar que los días se hacían semanas, y las semanas meses, y los meses años...

Mis abuelos antes de ir a dormir tenían por costumbre diaria contarme un cuento, una leyenda o un mito de esos que te dejan atento de principio a fin, unas veces mi abuela terminaba el cuento otras mi abuelito.
Pero había uno en especial, que me gustaba que me repitan y nunca me cansaba de escucharlo "El capitán pata de palo"
Con el paso de los años yo me convertí en un joven sano pero veía con preocupación cómo mis dos abuelos ya no tenía el mismo vigor de antes. Empezaron los dos ha asistir periódicamente al doctor pero cada vez que regresaban de la consulta y yo les preguntaba   -¿Cómo les ha ido?  -Me respondían   -¡Muy bien!, mucho mejor que la ultima vez.

Llegó la navidad, ese año había cumplido los 16, y como sorpresa mientras mi abuela cocinaba el pavo y con mi abuelo terminábamos de poner la mesa, con adornos precisos para la fecha... Tocaron la puerta, muy insistentemente.
Mi abuelo quiso abrir, pero le dije con un ademan de mano que yo iba a ver quien era.
Miré por la ventana, y vi a una pareja de adultos con unas maletas y un auto en la puerta.
Un vuelco sentí en el corazón...
Abrí,  y nos quedamos mirando largamente ...¡Eran mis padres...!
Mi abuela saliendo de la cocina exclamó - Pero cómo...¡pasen! ¡pasen que hace frío! ¿Qué hacen en la puerta?
Todos nos unimos en un abrazo, muy fuerte entre lágrimas y risas.
Pasamos la mejor navidad después de muchos años.Todo el tiempo era preguntarnos y escuchar con atención cada anécdota, era como si quisiéramos recuperar ese intervalo de ausencias.

Mi padre con el dinero ahorrado todos esos años mejoró la casa, hizo que mis abuelos vayan a una clínica geriátrica, montón un negocio con mi madre en lo que fue la cochera.
Todo cambió, la rutina se alteró, entre mis estudios y apoyar a mis padres...sin darme cuenta, había perdido todo vínculo con mis abuelos, solo por la noche pasaba a verlos y decirles  -Hasta mañana abuelos, buenas noches...

Llegó mi cumpleaños,  y yo feliz porque saldría a una discoteca con mis compañeros y amigos...
Mis abuelos me trajeron muy temprano un obsequio, pero tenía tanto apuro por salir que...agradecí y salí apresurado.

Ciertamente la pasé genial, toda la noche de fiesta ...Ya por la madrugada, de regreso a casa iba canturreando, cuando vi  al frente una ambulancia, estaba estacionada en la puerta de la casa..
Me quedé paralizado.
Mis padres estaban por subir al auto y seguir a la ambulancia, cuando me vieron. Mi padre me tomo fuerte de los hombros y me dio un empujón  dentro del auto, como un muñeco inerte  no entendía nada.
Llegamos a la Clínica y de la ambulancia bajó mi abuela, y los enfermeros sacaron la camilla donde estaba mi abuelo inconsciente con una botella de suero sobre su pecho.
Mi abuela al verme se abrazó a mi cuerpo y rompió a llorar.
Una enfermera nos indicó que no podíamos entrar, que solo mi padre hiciera los papeleos, los demás quedamos en una sala contigua al pasadizo por donde se llevaron a mi abuelo.

Estuvimos toda la mañana y la tarde, ya casi al anochecer el médico que lo atendía salió para decirnos que lo crítico había pasado, pero que volvamos por la mañana, que nos vayamos a descansar, no podíamos hacer nada allí.
Mi abuela no quería dejar la Clínica, solo por la insistencia de mis padres muy enojada aceptó regresar en el auto.

Muy temprano nos alistamos para ver a mi abuelo, mas tranquilos por la recomendación del médico. Preguntamos si podíamos pasar a verlo, pero nos dieron una respuesta que la sentí evasiva. Mi padre se alteró y pidió hablar con el médico a cargo.
Como a los quince minutos salieron dos, uno de ellos era el que nos había hablado la noche anterior...
Con un gesto adusto este nos informó que...Mi abuelo había fallecido.

No podíamos creerlo, ¡era imposible! pensé.
Mi madre preguntaba   -¿Pero si ayer nos dijeron que había pasado lo crítico?...¡¿Cómo es posible que esté muerto?!

Mi abuela se mantenía de pie, pálida pero de pie, no articulaba palabra, su mirada fija y sus lágrimas rodando por sus mejillas. La abracé muy fuerte y casi la obligué a sentarse con mucho cuidado.
Ella empezó a orar bajito, casi para ella misma...

Sucedieron las cosas una tras otra, sin pensarlo mucho.

Llegado el mes de la partida de mi abuelo, fue ella, mi abuela, quien con terquedad quiso organizar su misa,  -Como lo hubiera querido tu abuelo, -decía.

Y así fue, como lo hubiera querido él y lo hubiera pedido, porque los dos se entendían  muy bien siempre.

Antes de irnos a descansar mi abuela me llamó con dulzura y me dijo  -Vuelve a contarme ese cuento...
La miré con ternura y le dije  -¿Ese cuento? y ella me respondió -Sí, ése que te gustaba que tu abuelo te repita una y otra vez de niño.
Se arropó en su cama y con un ademán me indicó que me siente a su lado, muy cerca,  y como una niña me miro esperando que empiece a contar el cuento.
Sinceramente no recordaba muy bien...-"El capitán pata de palo" le dije-  Y traté de hacerlo lo mejor que pude, mientras ella me sonreía.

Se quedó así con los labios sonriendo y cerró sus ojos, quedándose dormida, le besé la frente y salí tratando de no hacer ruido.

Toda la noche pensaba lo duro de todo este tiempo donde mi alejamiento  me hacía tener remordimientos.
Amaneció, y no pude a pesar de ser domingo, quedarme mas tiempo en la cama.
Fui a ver a mi abuela para pedirle que salgamos y demos un paseo juntos.

Entré y estaba igual dormida, me acerqué para motivarla y llevarla a pasear como antes le gustaba, pero por mucho que la movía y llamaba, ella no despertaba.
Me arrodillé y besé sus manos y frente, una paz inmensa me atrapó al verla, así quieta, con la sonrisa en sus labios.
En mi mente revoloteaba su pedido...- Vuelve a contarme ese cuento...
Ella ya estaba junto a mi abuelo.




MADILLÉ
María de la Cruz Díaz LL.
©Derechos Reservados del autor®
Agosto, 2013 - Lima-Perú

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