martes, 24 de febrero de 2015

El sauce llorón

Todo era un misterio. El osito Alvarín  no podía ocultar el miedo que sentía :siempre había escuchado terribles historias sobre el sauce que se alzaba en lo alto dela colina y que dividía el pueblo de la villa.
Como todos , el Osito siempre evitaba pasar a su lado y desde su casa podía verlo. En el día parecía manso y tranquilo pero en la noche, cuando se mezclaba con las sombras,él creía ver al monstruo que movía sus brazos, como queriendo atrapar todo lo que pasaba cerca de  él.
Su padre le decía que todas esas historias terroríficas eran solamente mentiras y que era su imaginación lo que le hacía ver monstruos donde no los había.
Y para colmo, ahora lo enviaba a recoger cinco hojas del temible sauce; desgraciadamente,el Osito no tenía elección, el corazón le latía fuertemente y sentía que sus piernas se iban a quebrar, pero peor aún, era sentir la mirada de papá Oso que esperaba verlo llegar hasta la colina.
-¿por qué habrá escogido esta hora para mandarme? -se preguntaba.
El sol ya se ocultaba y si no se daba prisa la noche lo sorprendería al pie del árbol. Conforme iba acercándose, podía escuchar cada  vez más fuerte un llanto, un gemido. Tuvo ganas de huir pero también temía la reacción de su padre; las historias que se le habían contado pasaban una a una por su memoria, por eso lo más rápido que pudo, comenzó a recoger y tirar de las hojas del sauce.
Tres, cuatro, el llanto se hizo mas fuerte y pudo escuchar las quejas:
-¿Por qué estoy tan solo? ¿Por qué no hay un niño valiente que me haga compañía?
El Osito con mucho temor preguntó:
-¿Eres tú, Sauce, el que se queja, eres tú el que llora con tanto sentimiento?
Sopló un fuerte viento y el Osito pudo escuchar la respuesta.
-Sí, si
Por un momento quedó paralizado. Luego, casi sin darse cuenta, comenzó a sentir mucha paz y tranquilidad.El Sauce ya no lloraba,sino que le contaba historias terroríficas de las personas que no se habían compadecido de su llanto y él había  asustado.
El Osito volvió a su casa con las hojas de sauce en la mano. Papá Oso, al verlo llegar, le preguntó:
-¿Hablaste con el Sauce?
-Si -dijo tímidamente el Osito, pensando que no  le creería, pero grande fue su sorpresa al ver que su padre lo abrazaba y besaba lleno de  orgullo, ya que él sabía que el sauce sólo le hablaba a las personas de buen corazón, que al escuchar sus quejas se compadecían de él.
Así que, si en el silencio de la noche escuchas un llanto triste y lastimero, no temas, ten compasión de su soledad y el sauce a  ti también te hablará.



El burrito

En la granja de don Alfredo había muchos animales: todos vivían felices; el lugar era muy hermoso, rodeado de árboles y flores, se respiraba aire puro y se podía disfrutar de la naturaleza.
Cada mañana, muy tempranito, doña Sara alimentaba a las  aves y ellas, agradecidas, le regalaban los huevos más grandes de todo el lugar.
Don Alfredo ,a  su vez, cargaba una carreta con todos los vegetales que había cosechado y con la ayuda del burrito Vanchi los llevaba a vender al mercado del pueblo.
Así transcurría la vida en este lugar hermoso, pero sucedió que una noche muy oscura, cuando todos dormían y sólo se debía oír el canto de los grillos, se escuchó un llanto triste y lastimero...
-ijo,ijo,ijo.
-¿Qué pasa? ¿Quién llora? -se preguntaron las estrellas en el cielo, que fueron las primeras en escuchar el llanto.
-Miren -dijo la Luna- es el burrito Vanchi, debe sentirse solo. Comencemos  a brillar para hacerle compañía -y la Luna con todas sus estrellitas iluminaron la noche.
Pero el ijo, ijo, ijo, ijo se siguió escuchando.
Se despertaron las gallinas, los chanchos, los patos y hasta los gansos que duermen tan profundo.
Don Alfredo y doña Sara muy preocupados por el alboroto salieron de su casa para averiguar qué sucedía.
-ijo, ijo, ijo -cada vez más fuerte y triste lloraba el burrito Vanchi.
-¿Qué te pasa burrito querido? -preguntó la señora sara
Y entre rebuzno y rebuzno Vanchi le explicó que esa mañana en el pueblo había escuchado a un señor que le decía a su hija:
_"Si no estudias, te volverás bruto como este burro"
Al escuchar esto, Vancho había sentido una pena profunda,él no sabía que a los burritos los  consideraban brutos y por eso eran menospreciados por todos.
Don Alfredo que había escuchado todo  la explicación, abrazó a su ayudante y secándole las lágrimas con su pañuelo le dijo:
-escucha Vanchi, tú no eres bruto, porque cada ser sobre esta tierra ha sido creado con una misión; los vegetales por ejemplo, no caminan ni piensan, pero unos alimentan y otros embellecen y purifican el aire; así los burritos como tú tienen una gran fuerza y nos ayudan en todo tipo de trabajo pesado. Además ¿no escogió el niño Dios  a un burrito para que lo acompañase cuando nació?
El burrito Vanchi comprendió a su amo, y a partir de ese día no hizo caso a los comentarios de la gente y jalaba su carreta llena de alimentos con mucho orgullo y alegría.


El tesoro

En la época de la Colonia, vivió un terrible pirata al  que todos llamaban capitán Terror.
Este pirata era conocido por su gran fuerza y arriesgado valor para surcar el mar entre olas y tempestades. Cuando el capitán Terror se proponía una aventura, no había nada ni nadie que pudiera detenerlo.
Un día llegó a sus oídos que en la ciudad de Lima había una señora que decía poseer el más grande  del mundo y que nadie se lo podía robar.
Esta afirmación sonó como un reto para el capitán Terror,quien inmediatamente dispuso la partida de su barco.
-¡Suelten las amarras! ¡Leven anclas! -se le escuchaba gritar por todo el navío y, mientras él se preparaba a partir, la gente comentaba con mucho temor:
-¿A dónde irá? ¿A quién asaltará esta vez?
Así, pronto llegaron los comentarios diciendo que el terrible pirata se dirigía ala ciudad de Lima.
Todos los limeños guardaron sus pertenencias valiosas en cajas fuertes y sótanos . Mientras la señora María insistía en comentar que ella tenía un tesoro que nadie podría robar.
En vano fue el alcalde, el policía y el sacerdote para convencerla de guardar sus joyas y valores en un lugar seguro; ella les contestaba:
-Joyas, valores, no tengo ninguno; mi tesoro es más bello que cualquier piedra preciosa y tan , pero tan grande, que no lo podría esconder.
Finalmente llegó el pirata a la  ciudad. Cuando desembarcó, las calles estaban vacías, las puertas bien cerradas, todos detrás de sus ventanas observaban con terror el más mínimo movimiento. De pronto se escuchó un saludo cariñoso: era doña María que salía de su casa a dar la bienvenida al visitante.
-Pero, ¡esta mujer está loca! -pensó el capitán Terror
-¿No me temes? -le preguntó
-No, ¿por qué habría de hacerlo? -respondió
-Porque yo soy el malvado capitán Terror
-¡Ah! ¿Ese que dicen que va a venir a robarme mi tesoro?
-Si, ése soy yo -respondió con una voz llena de orgullo y vanidad.
-Bueno, bueno-dijo doña María-, ya que se ha dado tremendo viaje en vano, lo invito a cenar.
Y sin esperar respuesta lo tomó del brazo y lo llevó rumbo a su casa.
Una vez en ella, el pirata sacó su pistola y amenazándola dijo:
-No crea que soy tonto, mis hombres entrarán a revisar toda su casa y estoy seguro de que encontrarán ese tesoro del que tanto usted se jacta.
-Bien, que pasen todos -dijo apaciblemente María- Mientras ellos buscan yo les prepararé una rica sopa, porque deben estar hambrientos a causa del viaje.
El  pirata cada vez más desconcertado, mandó a sus hombres a revisar toda la casa. Cuando el reloj marcaba las once de la noche, cansados de buscar sin encontrar nada.
María les sirvió la sopita que había preparado y, con las palabras más dulces que pudo, se dirigió a ellos diciéndoles:
-Antes de tomar la sopa, tienen que lavarse las manos y dar gracias a Dios por los alimentos recibidos.
Todos rompieron a reír y con grandes carcajadas se burlaban de ella diciéndole: "vieja loca", pero en medio de esa bulla se escuchó al capitán decir:
-¡Silencio! Ya he descubierto el tesoro de  doña María y es verdad, no se lo podemos robar, porque su gran tesoro es la bondad de su corazón.
-¿Acaso no se dan cuenta que adonde vamos nos reciben con balazos y cañones, y que esta buena mujer nos recibe con sopa caliente y nos  habla como alguna vez lo hizo nuestra madre?
Entonces todos guardaron silencio y con su pensamiento añoraron cada uno a su mamá, luego se lavaron las manos tomaron la sopa y se despidieron de maría, prometiéndose regresar a su hogar y no robar nunca más.
Cuando los piratas se habían ido, todas las autoridades visitaron a doña María para preguntarle lo que había pasado. Ella, muy calmada, respondió:
-Se los dije: nadie puede robar mi tesoro, porque el amor no tiene precio ni lugar.



lunes, 23 de febrero de 2015

La varita escondida

Doña Pata, como todos los años, llamó a sus hijos y les dijo:
-Necesito que me ayuden a remover la tierra para poder sembrar los  granos de trigo.
Todos sus hijos buscaron rápidamente algún pretexto para decir que lamentablemente no podían colaborar.
La patita Malily, por ejemplo, dijo que tenía mucho que estudiar. El patito Nano, que ya se había comprometido  con sus amigos para jugar un partido de fútbol. Adri comentó que esa mañana tenía que ir a barrer la escuela y, así, uno por uno los patitos se disculparon y nadie podía ayudar.
Doña Pata, entonces, salió al prado y recogió una varita  de madera, la llevó a su casa y con mucha paciencia la lijó hasta que quedó muy suave; luego la pintó de color rojo brillante y, una vez que estuvo seca la pintura, sin que nadie la viera, cavó un hoyo profundo en la tierra, metió la varita, la tapó nuevamente y regresó a su casa diciendo:
-Sé que escondida en la chacra se encuentra una varita roja que concediera un deseo.
Al escuchar esto, todos los patitos pensaron en lo que más les gustaría tener.
La patita Malily entonces le dijo a su mamá:
-Creo que en realidad no es mucho lo que tengo que estudiar; yo te ayudaré.
Mientras decía esto, soñaba con los zapatos de charol que quería lucir.
El patito Nano, que ya se disponía asalir, lo  pensó mejor y dijo:
-Mamita yo juego fútbol todos los días; mejor hoy me quedo y también cooperaré (imaginando la pelota de fútbol que pediría)
La patita Adri, sin decir nada corrió al terrero y comenzó a escarbar. Y así todos los patitos con el afán de encontrar la varita se pasaron el día escarbando y escarbando.
Cuando  ya perdían la esperanza de encontrarla, se escuchó un grito de alegría: era el patito Bebeto que mostraba a todos la ansiada prenda. Sus hermanitos lo rodearon y escucharon con gran emoción al patito pedir su deseo:
-Quiero que aparezca un delicioso pastel de manzanas, tan pero tan grande, que no se acabe nunca.
Pero por más que repetía  y repetía su deseo, el pastel no aparecía. llamaron a mamá Pata para que viera que la varita no concedía ningún deseo; ella con una gran sonrisa les dijo:
-Claro que ha concedido un deseo: Esta mañana yo les pedí que me ayudaran a remover la tierra y ninguno de ustedes podía; ahora veo que todos  juntos han escarbado y preparado  el terreno que ya está listo para sembrar el trigo. Mi deseo ha sido concedido.
Los patitos rieron mucho por la astucia de  su madre y prometieron ayudarla siempre  que ella se los pidiera.


El secreto

Paseaba por el bosque un sapo, cuando escuchó la conversación entre un león y un tigre:
-Entonces, quedamos en eso; guarda  bien el secreto para poder sorprender a Roby, el  conejo ´decía elLeón.
-Claro, así no sospechará nada y saldrá bien elbanquete -respondió el Tigre.
Terminaban de hablar cuando vieron entre los matorrales al Sapo, que, procurando no hacer ruido se marchaba.
-Sapito amigo -dijeron- ¿nos estaban espiando?
-No, no -negó el Sapo- Yo solamente pasaba por aquí.
Bueno -dijo el león-, preparamos una sorpresa para el conejo Roby, pero no digas nada a nadie, por favor.
-No lo haré, no lo haré -prometió el sapito y se fue saltando y brincando rumbo al lago.
Apenas llegó, se encontró con la ranita Timena a la que le contó todo lo sucedido, no sin antes advertirle que no el contara a nadie. la ranita a su vez se encontró con Maripaz, la tortuga, y como ella era su mejor amiga no vio mal en referirle lo que el sapito le había confiado.
-¿Será que se lo quieren comer? -se preguntaba la  Tortuguita- Debe ser -se decía-, ¿por qué hablaban entonces de banquete?
Y mientras ella hacía estas reflexiones, se le acercó el papagayo Yito, quien,muy extrañado al verla tan pensativa, le preguntó lo que le sucedía.
-Te lo contaré -dijo ella- sólo si me prometes no contárselo a nadie, ya que es un secreto y además no estoy muy segura de lo que va a suceder.
-Pero habla de una vez -se impacientaba el papagayo, hasta que escuchó a la Tortuga decir:
-Creo que el Tigre y el León están planeando comerse al conejo  Roby.
Yito salió corriendo muy asustado y comentaba las sospechas de Maripaz  con cuanto animal se encontraba.
Así, en  poco tiempo, todos los animalitos del bosque sabían el terrible destino que le aguardaba al pobre Roby.
Por su lado, el Tigre y el León hacían los preparativos para la gran fiesta de cumpleaños que darían al Conejito en mención.
Los globos y adornos ya estaban listos, también los pasteles y por supuesto una deliciosa torta de zanahoria que bien sabían era la preferida del conejito Roby.
No faltó un animalito que, al enterarse del rumor que corría en torno al pobre Conejito, fue a buscarlo para contarle los malvados planes de los que se decían sus amigos.
El Conejito, sin creerlo que le habían dicho, fue rápidamente a buscar a sus amigos y cuando llegó hasta ellos, un grito de terror se escuchó en el bosque. Eran todos los animales que se encontraban escondidos  y pensando que pronto la vida del Conejito terminaría. Muy por el contrario, el Tigre y el León comenzaron a cantar:
-Feliz cumpleaños Roby, que los cumplas muy feliz...
Roby disfrutó mucho de su fiesta de cumpleaños en compañía  de todos  los animalitos del bosque, pero al querer aclarar los rumores que hasta él  habían llegado, se armó un gran alboroto, ya que nadie había sabido guardar el secreto y unos se decían a otros:
-Te dije que no lo dijeras, te dije que no lo dijeras...
La torutga, la rana, el sapito y el papagayo se sintieron muy avergonzados, ya que su indiscreción y su exageración habían causado tal confusión.



La gallinita y la gansa

Doña Grachi (la gansa) y doña Luchi (la gallinita) eran vecinas. Todos los  años, muy entusiastas, se preparaban para el gran concurso de repostería que se hacía en el prado con motivo de la primavera.
-Tú ganarás, como todos los años -decía la gansa Grachi a su amiga-, ¿cómo haces para ganar siempre?
-Bueno -contestó la gallinita Luchi- yo siembro el maíz con mucha anticipación, lo  riego, lo cuido para que crezca sano y fuerte; luego lo cosecho; escojo los mejores granos y los muelo muchas veces para que me quede la harina muy fina y suave. También siembro y cuido la fruta con la que prepararé el pastel: sólo  así puedo estar segura de que será de la mejor calidad. Cuando llega la primavera ya tengo todo listo para poder concursar.
-Pero eso  es muy trabajoso -contestó  la gansa- Yo en cambio compro en la bodega de don Chancho todos  los ingredientes y como soy muy hábil, siempre me salen mejor que los tuyos; yo no entiendo por qué siempre te dan el primer premio a ti.
Doña Luchi se sentía muy orgullosa de ser la mejor repostera del lugar y, por supuesto, de ganar cada año el concurso, aunque tuviese que trabajar tanto, así que no hizo caso a las palabras de su vecina y siguió trabajando con mucho empeño.
Doña Grachi, que no estaba dispuesta a ocupar el segundo lugar nuevamente, tuvo una idea:
-Ya sé, compraré lo necesario en la bodega  y, sin que la gallina se dé cuenta, se los  cambiaré; así, con mi gran aptitud y sus productos, ¡yo ganaré!
Efectivamente así lo hizo,pero sucedió que a la gallinita le dio pena que su amiga siempre quedará en segundo lugar y con mucha alegría, porque tenía un buen corazón, decidió cambiarle los ingredientes para que así ella pudiera ganar el primer premio.
Una tarde, mientras doña Grachi daba un paseo, la gallinita fue a su casa y cambió nuevamente todo. Llegó por fin el  día de la primavera, todas las participantes llegaban con sus deliciosos manjares.
El jurado era muy estricto y probaba uno por uno los platillos y dulces preparados para tan importante ocasión.
Doña Grachi, muy segura de que ganaría, se paseaba hablando y comentando a todos de sus cualidades. Sin embargo, cuando los jueces dieron los resultados, la gallinita Lucho resultó ser la vencedora.
-¿Qué ha pasado? -se preguntaba- Si yo cambié los  ingredientes ¿Cómo puedo haber ganado?
En eso se escuchó un gran alboroto. Doña Grachi reclamaba el primer premio para ella y, como no se lo quisieron dar, muy furiosa contó lo que había hecho.
La gallinita comprendió entonces que, por bondadosa, había recuperado su harina, sus frutas y la leche de  la vaquita que tan cuidadosamente alimentaba y ordeñaba.
Doña Grachi, por  su lado, comprendió que haciendo trampa no conseguía nada y se propuso trabajar mucho para el concurso de la siguiente primavera, convencida de que sólo el que trabaja y se esfuerza, triunfa.





La niña de los ojos azules

-¡Sobrada, sobrada!-gritaban todos los niños, al ver pasar cada día a una linda niña de ojos color de cielo.
Ella iba siempre acompañada y muy almidonada, que no permitía que nadie se acercase.
La niña parecía no darse cuenta de que era a ella a quien iban dirigidos los insultos. Pasaba sin detenerse y sin mirara nadie.
-Es una antipática, se cree muy importante, por eso ni nos mira -comentaban siempre los niños
Pero Diego la veía tan dulce y bonita, que se negaba a  aceptar que fuera ése el motivo de tanta indiferencia.
Muchas veces había intentado acercarse pero la señora de blanco no lo dejaba; y cuando de lejos él le gritaba:
-¿Cómo te llamas? -ella nunca respondía ni siquiera con una mirada.
Un día, los niños decidieron darle una lección. Bien ocultos en el parque, esperaron a que ella pasara; entonces, sorprendiendo a la institutriz, cogieron a la niña y gritándole;
-¡Sobrada, sobrada! -jalaron de sus trenzas y arrancaron los lazos de su vestido.
La niña,   muy asustada, comenzó acorrer y correr sin parar. Diego que había visto esto, tratando de impedirlo, corrió tras ella hasta alcanzarla. Fue entonces cuando se dio cuenta de que era ciega.
Muy arrepentidos todos,fueron a la casa de Claudia (así se llamaba la niña), le pidieron perdón y quisieron ser sus amigos.
Ella los perdonó y, desde ese día, cada tarde los recibía en su casa para jugar.
Ellos habían aprendido una lección  que nunca olvidarían; jamás debemos juzgara losdemás porlas apariencias.

La monedita mágica

Brunito caminaba del colegio a su casa, cuando se encontró una monedita de oro; con el corazón latiéndole muy fuerte de alegría corrió a comprarse dulces y juguete, pero al pasar frente a su casa recordó que su mamá hacia mucho que quería comprarse un vestido nuevo. Entró a su casa y sorprendió a su mamá diciéndole:
-Mamita,aquí tienes esta monedita para que te compres ese vestido nuevo que tanto quienes.
La mamá salió muy contenta a comprarse el vestido, mientras Brunito, al entrar a su cuarto, se encontró con un cerro de dulces y juguetes.
Caminaba la señora rumbo a la tienda, cuando vio a una anciana muy mal vestida, de aspecto triste,con un chal viejo y descolorido; entonces, pensando que la ancianita necesitaba más de la monedita que ella, se la dio diciendo:
-Señora, tenga esta monedita para que se compre un chal nuevo más abrigador.
Cuando la mamá de Brunito regresó a su casa,se encontró muchos vestidos de lindos colores como nunca soñó tener.
Mientras tanto, la ancianita con la monedita en la mano y dispuesta acomprarse un chal nuevo, se encontró con un niño muy pobre,que andaba descalzo, y pensando que ella ya era anciana y estaba acostumbrada al frío, le dio la monedita al niño para que se comprara un par de zapatos.
Apenas el niño había salido corriendo, lleno de contento,  la ancianita se vio cubierta por un hermoso chal de lana de alpaca muy abrigador.
El niño pobre se encontró con un vagabundo, con carade borracho y muy  descuidado que le dijo:
-¿Qué tienes ahí muchacho?
-Una monedita  para comprarme un par de zapatos.
-Pero tú eres joven y fuerte; en cambio yo soy viejo y tengo hambre, dámela porque yo la necesito más que tú.
Y el niño, como  era bueno  y generoso, se la dio.
También él, cuando llegó a su casa, se encontró no con uno, sino con un montón de zapatos que lo hicieron muy feliz.
El vago se encontró con mucha gente necesitada, pero él sólo se alegraba de haber engañado al tonto muchachito.
Se fue así riendo a  comprar una botella de licor, pero, cuando abrió la mano, la monedita había desaparecido y en su lugar había una redondela que decía: "El egoísmo no es un buen sentimiento"



EL CONEJITO ABUSIVO

En un gran bosque vivían un topo y un conejo; ellos eran muy amigos: siempre jugaban juntos y se divertían mucho, pero el Conejito era un poco abusivo con su amigo Topo, ya que cada vez que tenía que hacer un trabajo le decía a su compañero:
-¡Ay, ay amigo Topito, me duele mucho el diente, me siento muy mal!, ¿puedes tú recoger las zanahorias?
-Claro que sí - contestaba el Topo y de muy buen agrado se ponía a trabajar.
Cuando ya había terminado de recoger todas las zanahorias,el Conejito se las llevaba a su mamá diciéndole:
"Estoy muy cansado". Su mamita, quien no imaginaba que el que trabajaba era el Topito, recompensaba al Conejito dándole mucho cariño y además preparándole ricos dulces.
Un día, la maestra de la escuela les encomendó recoger muchas flores para adornar  su salón, ya que se celebraba la  fiesta de la amistad.
El Conejito y el Topito salieron muy entusiastas corriendo por el prado,pero cuando llegaron a la parte más florida, el Conejito comenzó a quejarse:
-¡Ay mi patita,  ay mi  patita!
-¿Qué te pasa? -preguntó el Topo
-Es que me he doblado la patita y no puedo caminar.
Entonces el Topito, que era muy bueno, recogió todas las flores solito y, cuando estaban cerca de la escuela, el Conejito dijo:
-Ya me siento mejor; déjame ayudarte a llevar las flores.
Apenas el Topito se las dio, salió corriendo y llegó hasta donde la maestra, entregándole el gran ramo.
La maestra, sin saber lo  que había ocurrido, felicitó al Conejito delante de todos los  alumnos; y al Topito, que había llegado con las manos vacías, le llamó la atención por su falta de colaboración
El Topito se puso muy triste, pensó que los abusos de su amigo ya habían llegado demasiado lejos y decidió darle una lección.
A la mañana siguiente cuando la mamá del Conejito le pidió que fuera al bosque a recoger leña, el  Topito como siempre se ofreció a ayudarlo, cuando iban llegando como  otras veces, el Conejito se quejó:
-¡Ay, ay,, ay! ¡Mi colita, mi colita!
-¿Qué te pasa, amigo? -preguntó el Topito como si le creyera.
-Me he pinchado la colita y no puedo trabajar.
Entonces, el Topito se fue lo más lejos que pudo y comenzó a llenar el saco con el estiércol que encontraba en el camino.
Ya de regreso y cerca de la casa del Conejito, éste le dijo:
-Ya me siento mejor, te ayudaré a cargar el saco de leña.
Y como siempre apenas lo tuvo, partió a la carrera rumbo a su casa, llegó a ésta y le dijo a
-Mamita, aquí te traigo la leña.
Cuando  la mamá Coneja fue a sacar la leña del saco y  se encontró con el  estiércol, preguntó al Conejito:
-¿Tú mismo has llenado este  saco?
-Sí  mamita  y por eso  estoy muy cansado
La mamá Coneja se  molestó mucho con el Conejito y lo castigó sin darle dulces de zanahoria ni poder salir a jugar al prado por una semana.
El Conejito, al darse cuenta de lo  que había hecho el Top, se puso furioso con él, pero  después comprendió que se merecía la lección y que la amistad debe ser sincera.
Apenas terminó la semana de castigo, el Conejito fue corriendo a buscar a su amigos, para pedirle perdón por haber sido tan abusivo y para ofrecerle su verdadera amistad.