lunes, 23 de febrero de 2015

La varita escondida

Doña Pata, como todos los años, llamó a sus hijos y les dijo:
-Necesito que me ayuden a remover la tierra para poder sembrar los  granos de trigo.
Todos sus hijos buscaron rápidamente algún pretexto para decir que lamentablemente no podían colaborar.
La patita Malily, por ejemplo, dijo que tenía mucho que estudiar. El patito Nano, que ya se había comprometido  con sus amigos para jugar un partido de fútbol. Adri comentó que esa mañana tenía que ir a barrer la escuela y, así, uno por uno los patitos se disculparon y nadie podía ayudar.
Doña Pata, entonces, salió al prado y recogió una varita  de madera, la llevó a su casa y con mucha paciencia la lijó hasta que quedó muy suave; luego la pintó de color rojo brillante y, una vez que estuvo seca la pintura, sin que nadie la viera, cavó un hoyo profundo en la tierra, metió la varita, la tapó nuevamente y regresó a su casa diciendo:
-Sé que escondida en la chacra se encuentra una varita roja que concediera un deseo.
Al escuchar esto, todos los patitos pensaron en lo que más les gustaría tener.
La patita Malily entonces le dijo a su mamá:
-Creo que en realidad no es mucho lo que tengo que estudiar; yo te ayudaré.
Mientras decía esto, soñaba con los zapatos de charol que quería lucir.
El patito Nano, que ya se disponía asalir, lo  pensó mejor y dijo:
-Mamita yo juego fútbol todos los días; mejor hoy me quedo y también cooperaré (imaginando la pelota de fútbol que pediría)
La patita Adri, sin decir nada corrió al terrero y comenzó a escarbar. Y así todos los patitos con el afán de encontrar la varita se pasaron el día escarbando y escarbando.
Cuando  ya perdían la esperanza de encontrarla, se escuchó un grito de alegría: era el patito Bebeto que mostraba a todos la ansiada prenda. Sus hermanitos lo rodearon y escucharon con gran emoción al patito pedir su deseo:
-Quiero que aparezca un delicioso pastel de manzanas, tan pero tan grande, que no se acabe nunca.
Pero por más que repetía  y repetía su deseo, el pastel no aparecía. llamaron a mamá Pata para que viera que la varita no concedía ningún deseo; ella con una gran sonrisa les dijo:
-Claro que ha concedido un deseo: Esta mañana yo les pedí que me ayudaran a remover la tierra y ninguno de ustedes podía; ahora veo que todos  juntos han escarbado y preparado  el terreno que ya está listo para sembrar el trigo. Mi deseo ha sido concedido.
Los patitos rieron mucho por la astucia de  su madre y prometieron ayudarla siempre  que ella se los pidiera.


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