jueves, 5 de septiembre de 2013

LO QUE DEBE PRIMAR...



Había una vez...porque todos los cuentos empiezan con una vez...
En un pueblito lejano, donde un reino iba creciendo y embelleciendo su territorio con grandes y suntuosas construcciones, con amplias alamedas y plazas con fuentes de aguas cristalinas.
El rey, hombre visionario al que llamaremos Armando, cuidaba de sus ciudadanos, ejercía su reinado de la mano de una junta de representantes del pueblo, toda ley, toda sentencia y acción de poder primero se consultaba a la junta. -¿Sería esa la fórmula del avance vertiginoso del reino?-
Los reinos aledaños tenía distinta forma de gobernar, uno de los reyes vecinos cuyo nombre diremos que era Melquiades, tenía toda la potestad sobre su pueblo, solo para comunicar sus decisiones utilizaba a los representantes del pueblo, pero estos no tenían poder alguno en esas decisiones.
Cada cierto tiempo a manera de mantener la paz entre los reinos se festejaba El Festival de la Buena Voluntad, donde primero se escogía el lugar donde realizar las actividades de dicho festival, por votación general, pero bueno, siempre ganaba el reino de Armando.
Los habitantes de todos los reinos reconocían en Armando un buen rey, y admiraban su territorio...Algo que a Melquiades le disgustaba y aunque no demostraba su enojo, este iba carcomiendo su interior, transformándose esta incomodidad en odio por Armando.
Los reinos tenían un mes para preparar a sus mejores escultores, a sus más diestros panaderos, a los más talentosos poetas, y así de cada profesión, solo uno se inscribiría para concursar.
Pasado el mes, todos tenían inscritos a sus mejores profesionales en todos los oficios, en las artes, letras y ciencias.
En los años anteriores el mayor número de medallas y premios fueron obtenidos por el reino de Melquiades, ese era su orgullo, tenía a los mejores hombres y mujeres en su reino. Había entre todos ellos, uno en especial al que se le estimaba y respetaba por haber ganado cada año las competencias y por ser el más longevo, su nombre era Dario. Este año por su talento y carisma sería homenajeado por todos y porque coincidía la fecha de su cumpleaños en el día central del festival.
El reino de Armando había preparado a la perfección, las calles y plazas debidamente adornadas con frases alusivas al festival y al homenajeado.
A su vez Melquiades, sin previo aviso, había organizado actividades especialmente destinadas para agasajar a Dario, entendía que por ser de su reino, él tenía la potestad de hacerlo así.
Cuando las autoridades de cada reino asistieron al festival, no tenían idea del por qué encontraban actividades paralelas en una que otra calle del reino de Armando, puesto que sabían que Armando era muy ordenado, cuidadoso y atento con sus invitados, pero igual siguieron las celebraciones, unos criticaban el tener que correr de un lado a otro  y otro tanto veían esta diversidad con humor...Hasta el día central, en que Armando llamó a Melquiades para convenir dónde homenajear a Dario. Melquiades con altanería justificó su actuar, aduciendo que Dario era su mejor hombre y por estar bajo su mando simplemente Armando tenía que cederle este homenaje.
Armando, hombre justo, envió a llamar a Dario para preguntarle, dado que él era el homenajeado, cómo y dónde le gustaría celebrar su cumpleaños.
Dario se presentó ante los monarcas con su habitual humildad, expresando su sentir de esta manera.
-Me inclino ante la presencia de tan grandes y dignos reyes, no cabe en mi pecho la emoción y gratitud que siento por su bondad, siendo un sencillo orfebre, me gustaría celebrar mi cumpleaños junto a mi familia como todos estos años ya vividos.
La reacción de Melquiades fue de rey ofendido, replicó molesto.
-¿Cómo Dario puedes pretender dejar todo lo preparado para ti en este festival y dices que quieres pasar tu cumpleaños en tu casa, con los tuyos? Mereces ser castigado, si no fueran tus años...
A lo que Armando, mirando a Dario algo asustado y triste, le dijo:
-Te entiendo Dario, creo que hemos actuado mal contigo, organizamos todo este festival como cada año sin entender que si te queríamos homenajear debíamos preguntar primero, qué era lo que tú deseabas en este día.
Terminaba de decir esto Armando y Melquiades mucho mas ofuscado exclamó: -¡Qué barbaridad! ¿donde se ha visto que un rey le pida permiso a un vasallo de cómo debe ser su actuar?.
Dario estaba muy mortificado y ante toda esta discusión cayó desmayado al suelo.
Ambos monarcas se miraron sobrecogidos de espanto al verlo caer.
Dario fue atendido con urgencia por el médico del rey Armando y estando ya recuperado...Se presentaron delante de él para comunicarle el acuerdo.
Habló Melquiades 
-Dario, hemos convenido Armando y yo en que celebres tu cumpleaños como bien lo deseas, junto a tu familia.

¿Qué había sucedido para que Melquiades haya cambiado de idea?
Armando le había hecho ver que Dario, hombre entrado en años tenía el derecho de pasar su día como mejor lo quisiera, él le había dado laureles a su reino, medallas y un sin fin de premios durante toda su vida, aparte que no le estaba haciendo ningún desaire a su rey, puesto que prefería volver a su casa, en el territorio del Rey Melquiades.

Así, El festival de Buena Voluntad se pudo continuar, con el añadido que en la mente de todos los habitantes de los reinos vecinos y el propio, de Armando, quedó por sentado, que lo que debe primar es la voluntad del pueblo, de sus habitantes.

Y colorín colorado...este cuento se ha terminado.





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