lunes, 9 de septiembre de 2013

Naturaleza y ecología en la oralidad popular


En la tradición oral, la naturaleza se representa misteriosa y llena de secretos, a la vez dadivosa y castigadora. Es habitada, además de seres humanos, por seres que finalmente son la esencia misma de esta. 

Las montañas y los cerros -los Jirkas o Apus- conversan entre ellos, tienen hambre y se comen a la gente o se compadecen del hombre o mujer que transita sus anchas faldas. La naturaleza incita miedo y esperanza en manifestaciones que el hombre y/o mujer ha aprendido a interpretar. El silencio y el espacio desolado parecen ser las condiciones propicias de la manifestación explícita de esa vida que no podemos ver. 

La naturaleza tiene su propia dinámica y sus propios agentes, las incontables historias registradas en la memoria colectiva y transmitidas a través de la oralidad, dan cuenta de ello. En la soledad, el arco iris (Turmanya) tomará forma humana y enamorará a la joven mujer. En medio de la laguna, cuando la niebla es su único acompañante, un hombre verá caminar a un león sobre sus aguas al que de poder cortarle la cola, le aseguraría un futuro promisorio. En el puquial aparecerán los illas, esos animales robustos y de buena sepa que actúan como agentes de fertilidad. Lagartos que hablan, guardianes que protegen la riqueza de los cerros, lagunas transitadas por la luliwarmi, hombres convertidos en tarucas por su ambición desmedida, etc.

En cantos y coplas 

A partir de los sucesos ocurridos en el país, debido a la crisis desatada por las actividades extractivas en diferentes regiones, encontramos notable producción de cantos y coplas referidos a una naturaleza que se encuentra en riesgo de ser vulnerada, irrumpiendo la armonía de un cosmos. 

En Cajamarca, las coplas carnavalescas que por tradición son de naturaleza amorosa, satírica y cantadas en contrapunto, muchas veces presentan como escenario del romanticismo y enamoramiento a valles y quebradas 

“Tus valles son un encanto
donde vierten manantiales
así mismo son tus ruinas y tus templos coloniales”. 

De ese escenario en tiempos de conflicto, se resaltan dos elementos: el agua y el oro. 
Si revisamos la tradición oral, a la cual se hizo referencia líneas arriba, ambos elementos están profundamente ligados en el imaginario popular de las distintas regiones de país. Por ejemplo, una de las leyendas de origen de los minerales en la ciudad de Cerro de Pasco da cuenta de la salida de tres toros (negro, blanco y rojo) de una laguna. Los animales escapándose de una posible captura se habrían dirigido cada uno a un lugar distinto, dando origen así a las diferentes vetas; minas de carbón en Goyllarisquizga, de plata en Colquijirca y cobre en Cerro de Pasco.
En Bambamarca los ronderos entre cajas y clarines apostados en torno a las lagunas cantan:


 “No sé porque Dios ha puesto
el oro al pie del agua
seguro lo ha hecho por ver
quien ama a Dios
quien ama al diablo”. 

Guardianes de la memoria

Más allá de lo bucólico que se evoca a partir de la tradición popular, somos conocedores que la naturaleza se presenta como un espacio de conflicto e intereses económicos y políticos, que tiene que ser defendido y protegido para la propia sobrevivencia del ser humano. Está en juego la vida y la continuidad de nuestra especie. El avance de la actividad extractiva hacia espacios habitados por poblaciones agrícolas y ganaderas, pone en riesgo la integridad de los ecosistemas y los modos de vida locales. Si bien la minería antes excavaba la tierra por dentro, ahora derriba cerros y convierte lagunas en tajos; para la población esto crea una sensación de estar siendo invadidos.

Si podemos ver lagunas convertidas en depósitos de relaves y grandes boquerones de donde se extrae el mineral, hagamos un ejercicio de imaginación y preguntémonos ¿Qué pasa con todos los seres que habitan esos espacios y de los cuales da cuenta la tradición oral? ¿En que se transforman? Si una laguna se seca ¿A dónde van sus misterios?, ¿Donde reposan sus sirenas? Si la población se desplaza y los cerros, lagunas y puquiales desaparecen, ¿Qué espacio les quedará para habitar en medio tanto relave, desecho esparcido, tierra violentada y agua contaminada? 

La amenaza de la actividad extractiva indiscriminada, no solo lo es para ese mundo tangible que pisamos y del cual bebemos y respiramos. Si permitimos el avance de políticas irrespetuosas con la vida y medio ambiente quizá dentro de algunos años solo nos quedará imaginarnos vida en medio de ciudades invisibles y silenciosas , de suelos partidos con el viento silbando tristemente y el sol apagado."

Publicado en el Dominical del Comercio (9 de junio de 2013)

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